¿MARXISMO
VS HUMANISMO?: EL
SER SOCIAL EN EL SER HUMANO[1]
Walter Lizandro
Arias Gallegos Universidad
Católica San Pablo, Arequipa - Perú
Resumen
En
el presente trabajo el “humanismo” como escuela psicológica y principio
filosófico es analizado desde la postura marxista y confrontado con su
interpretación idealista. Se resaltan los aportes y contradicciones del
humanismo tanto psicológica como filosóficamente para llegar a una posición
integradora del hombre como ser humano y producto social.
Palabras
clave:
Marxismo, humanismo, epistemología, libertad, sociedad, reflejo. Abstract In
the following work, the “humanism” such as psychological school and
philosophical principium is analyzed from Marxism theory and confronted with
its idealistic interpretation. Contributions and contradictions of humanism are
psychological and philosophically underlined in order to reach a holistic
position of man such as human being and social product.
Key
words:
Marxism, humanism, epistemology, liberty, society, reflex.
Definición
de lo bueno y lo humano
El
humanismo responde a una concepción, que desde el punto de vista idealista
postula un nativismo semejante al de Descartes o Sócrates, pero que queda mejor
definido con la frase de Juan Jacobo Rousseau: “el hombre nace bueno y la
sociedad lo corrompe”. Este idealismo nativista, llega a la psicología por
medio de G. W. Allport, quien en 1930 sentara las bases del humanismo
psicológico al utilizar por primera vez, el término de “psicología humanista”.
A su vez, Abraham Maslow y Carl Rogers se identifican con esta propuesta y
desarrollan cada uno, una teoría que parte de la “idea” de que el hombre es en
esencia bueno y que busca su autorrealización, ya sea por medio de la
satisfacción de sus necesidades (proceso que Maslow concibe desligado de las
condiciones históricas y sociales particularmente humanas) o por el amor
incondicional que debe recibir de sus semejantes.
La
psicología marxista en cambio desarrolla un humanismo concreto, es decir
materialista, que no parte de la “conciencia” como determinante de su ser, sino
que toma al ser como determinante de la conciencia. Este “ser”, a diferencia de
la concepción humanista, no es un ser fenomenológico, en el sentido filosófico
de la palabra, sino que es eminentemente social; y es que no podemos llamarnos
HUMANISTAS si negamos la condición básica del hombre que es su esencia social,
ya que como dice Merani (1969): La sociedad es la que lleva al individuo a la
humanidad.
El
hombre ha sido siempre producto de las circunstancias, específicamente
sociales. Sus características psíquicas son el reflejo de su modo de vida, y
surgen de hechos histórico-sociales concretos. Por eso decimos que bondad,
autoestima, autorrealización, confianza, empatía, etc.; son conceptos
incomprensibles fuera del contexto social. Estas manifestaciones no son
fenómenos que deambulan unívoca y eternamente a través del tiempo y de la
historia, pues no existen independientemente del hombre, ni de las estructuras
sociales; sino que son más bien producto de determinadas condiciones materiales
de existencia (Merani, 1984).
Un
humanismo que se denomine como tal, por el solo hecho de “preocuparse” por el
hombre como individuo, es un humanismo incompleto y estrecho, y por ende
errado. El hombre como individuo, fuera del contexto social, es solomente un
ente biológico dotado de posibilidades orgánicas, pero su realidad humana es
esencialmente social. Podemos afirmar incluso, desde un punto de vista
psicogenético, que el hombre fuera de la sociedad es solamente un animal. Como
ejemplo se tienen todos los casos de “niños salvajes” (Merani, 1972), que
crecieron y se desarrollaron en condiciones estrictamente naturales, privados
del abrigo cultural que brindan las instituciones sociales como la familia, la
escuela y la comunidad. En todos estos casos las funciones psicológicas superiores
(Vygotsky, 1987, 1979), es decir, aquellas que son exclusivas del ser humano
(como lenguaje, pensamiento, conciencia, etc.), se encontraban ausentes. Esto
se debe a que como dice Vygotsky: “La internalización de las actividades
socialmente arraigadas e históricamente desarrolladas es el rasgo distintivo de
la psicología humana. La base del salto cualitativo de la psicología humana a
la animal” (Vygotsky, 1979, p. 94). Lo humano en consecuencia proviene de lo
social, y puede ser definido como el complejo de manifestaciones culturales que
se revelan psicológicamente en el hombre que se ha desarrollado en el seno de
la sociedad.
A la
pregunta ¿Es el hombre bueno por naturaleza? Diremos que definir lo bueno y lo
malo, no puede darse de manera positiva o negativa, es decir como presencia o
ausencia de la bondad o la maldad. Optar por una definición de esta naturaleza
es una mera y vacua tautología. La bondad y la maldad, entendidos como unidad y
lucha de contrarios, no se sustentan en una simple interdependencia existencial
pues esto nos conduce al positivismo. Su interdependencia es dialéctica, o sea
que dependen de las condiciones materiales de existencia. Lo bueno y lo malo
son valores, y los valores son manifestaciones humanas, no existe la bondad ni
la maldad en el género animal, pues ellos no son conscientes. El hombre es un
ser con valores porque es consciente de sus actos y de sí mismo. Juzgar algo
bueno o malo, es una valoración, una valoración moral. Los valores morales se
forman en sociedad, en comunión de ideas y normas que regulan la conducta
humana en su manifestación individual y social. Los valores humanos no son absolutos,
pero tampoco son relativos, estos son más bien, productos sociales, y por ende,
determinada sociedad demanda valores particulares para cada pueblo. En las
sociedades capitalistas se promueve el individualismo a través de la libre
competencia, el socialismo sin negar la individualidad alienta el trabajo
cooperativo. Pero cuidado, pues la sociedad no es la suma de individuos, es
ante todo un sistema de relaciones sociales y humanas, regidas por valores y la
historia sociocultural que los engendra.
Para
finalizar, no debemos confundir la bondad con el optimismo. El hombre no es
esencialmente bueno, pero sí es optimista; pues el optimismo está determinado
por la satisfacción de las necesidades humanas. En el curso de la historia,
cuando el hombre vence de manera paulatinamente las fuerzas de la naturaleza,
va asentando la base para el goce y la satisfacción (Platonov, 1973); así
surgen las emociones y los sentimientos, que movidos proactivamente se les
conoce mejor como optimismo. El optimismo no es pues, como afirman los
humanistas idealistas, una condición individual sino histórico-social.
Libertad,
Humanismo y Sociedad
El
problema filosófico de la libertad es un dilema que trasciende a lo psicológico
para convertirse en un debate sociopolítico. Los pensadores neoliberales, que
frecuente y curiosamente son también “humanistas” y viceversa; predican que el
socialismo y el marxismo arremeten contra la libertad del hombre porque según
ellos, lo social provoca la eliminación de lo individual (Ñaupari, 2004). Sin
embargo, debemos replicar que lo individual no es sinónimo de libertad. La
libertad se manifiesta tanto en el plano individual como en el social. En el
primero la libertad es independencia personal para el desarrollo pleno de la
actividad, y en el segundo es individualidad social libre (Gould, 1975).
Dialécticamente, el uno deviene en el otro, como premisa y condición de la
libertad misma.
El
marxismo no niega la individualidad del hombre, al contrario, la promueve y la
defiende: Parte de la interpretación histórica del ser social (Vygotsky, 1979)
y desemboca en la síntesis dialéctica de la conciencia social, donde las
estructuras orgánicas y las fuerzas sociales moldean la individualidad
psicológica del hombre, mejor expresada en su personalidad.
El
humanismo de Marx lo apreciamos en su lucha contra la alienación y la
enajenación que propaga el capitalismo, así como en la autorrealización humana
por medio del trabajo y el respeto a la individualidad de la personalidad, tres
aspectos que vertebran la concepción socialista del hombre y que son tomados
por la psicología marxista.
En
otras palabras, el marxismo no está en contra de la individualidad, sino en
contra del individualismo que alienta el capitalismo. Por ello Marx (1973) ve
en el capitalismo, una amenaza que deshumaniza al hombre, al favorecer la
enajenación y la alienación.
La filosofía de
Marx como una gran parte del pensamiento existencialista, representa una
protesta contra la enajenación del hombre, su pérdida de sí mismo y su
transformación en una cosa; es un movimiento contra la deshumanización y
automatización del hombre, inherente al desarrollo del industrialismo
occidental. (Fromm, 1962, p. 7)
Cuando
Fromm menciona que la filosofía de Marx es existencialista, reconoce la
focalización del marxismo en el “ser”. El ser que va de lo social a lo humano y
no al revés, como lo han propuesto los idealistas al decir que la “existencia
precede a la esencia”. Es aquí donde las diferencias entre la filosofía
humanista y la filosofía marxista se pierden en la depresión del ángulo
existencialista, que tiene como vértice común la lucha humana por la libertad.
No se trata de poner al humanismo en el mismo nivel que el existencialismo,
pues mientras el primero exalta la bondad innata, el segundo asume una posición
fatalista de la existencia humana. Pero ambos, aunque con ciertas
particularidades, entrañan el idealismo que concibe la libertad como virtud
abstracta e independiente, cuasi-antropomórfica, que nos recuerda a las
deidades griegas.
Así,
mientras que para los humanistas y existencialistas la libertad radica en la
búsqueda del ser, para el marxismo, la libertad recae sobre el conocimiento de
las necesidades. Por ello para el humanismo idealista, la libertad está
presente en todas las situaciones, su filosofía es incapaz de distinguir un
régimen social de otro (Gould, 1975). El hombre no es libre por el mero hecho
de poder decidir, será libre según la conciencia de sus actos y de sí mismo.
La libertad no
consiste en una independencia imaginaria respecto de las leyes de la
naturaleza, sino en conocer estas leyes y, por tanto tener la posibilidad de
utilizarlas según un plan, para fines determinados. Por ello la libertad no es
otra cosa que la capacidad de tomar decisiones sabiendo de qué se trata.
(Platonov, 1973, p. 261)
En
las sociedades capitalistas, la libertad es confundida con la individualidad,
porque, esto resulta muy conveniente a la hora de imponer una individualidad
sobre otra; y eso no es otra cosa más que explotación.
La
libertad no puede entenderse como un derecho inherente al ser humano, eso es
idealismo puro. No es que no deba promoverse la libertad humana, pero si
asumimos que un ser humano es libre solo por existir, entonces estamos negando
la realidad, una realidad de desigualdades que es ciertamente predominante en
este mundo globalizado. En realidad el hombre debe aspirar a ser libre como ser
social. Pensar que el hombre es libre como individualidad es vivir en un mundo
de fantasía, donde todos los hombres son buenos: Eso es humanismo idealista
abstracto. Si pensamos que la humanidad está condenada a la enajenación, eso es
existencialismo; pero si pensamos que los hombres son un producto de lo que la
sociedad actual modela, eso es marxismo En consecuencia el hombre no es
intrínsecamente bueno ni malo, ni libre o enajenado; el hombre será lo que la
sociedad disponga que sea. Surgen tres interrogantes aquí: ¿En qué sociedad
vivimos?, ¿qué clase de hombres queremos formar? y ¿de quién o qué depende
formar esa clase de hombres? De las respuestas que demos a estas inquisiciones,
depende nuestra libertad, el desarrollo social y la asunción de un ideario
humanista verdadero.
El
reflejo psíquico es proactivo
Un
rasgo característico de la psicología humanista es su visión optimista del
mundo que se manifiesta a través de su interés por la bondad, la libertad y la
autorrealización humana. El marxismo como teoría y praxis filosófica también
promueve la libertad y la autorrealización del hombre, pero concibe estos
constructos, como manifestaciones culturales y productos de la historia.
Ahora
nos centraremos en la discusión de un aspecto que toca Allport (1973), como
rasgo esencial de su psicología, y que es el núcleo de la psicología humanista,
pero no exclusivo de esta como el autor nos lo quiere hacer notar.
En
su famoso libro La personalidad, su configuración y desarrollo, Allport escribe
lo siguiente:
Obsérvese cuan
numerosos son en la psicología contemporánea los términos que empiezan con el
prefijo re: receptor, reacción, respuesta, reflejo, represión, repetición,
recompensa, refuerzo, regresión, para citar algunos ejemplos. ... Podemos
deducir justificadamente de todo ello que la mayor parte de las teorías
psicológicas que predominan en la actualidad son más o menos receptivas,
recapitulativas o reverberativas en los puntos en que más centran su atención.
Menos frecuente es en la terminología psicológica la orientación a lo que ha de
venir, a la actividad dirigida a futuro. El prefijo pro raramente se encuentra
en el vocabulario técnico de la psicología. Se habla a menudo de reacción, pero
casi nunca de proacción. Se estudia la regresión pero no la progresión. Resulta
que mientras los seres humanos se ocupan de vivir sus vidas proyectándolas a
futuro, las teorías psicológicas se ocupan principalmente en seguir la vida en
dirección al pasado. Todos nos sentimos espontáneamente activos, pero numerosos
psicólogos nos dicen que únicamente somos reactivos. (Allport, 1973, pp.
249-250)
La
opinión de Allport es valiosa, pero su visión no es dialéctica. La crítica de
Allport atañe al marxismo como teoría materialista del reflejo psíquico,
propiedad indispensable para la psicología humana y animal: El reflejo psíquico
es la capacidad psicofisiológica de proyectar el mundo externo dentro del mundo
interno, que nos permite interactuar con el medio que nos rodea. Este reflejo
se manifiesta en dos planos, uno fisiológico y otro psicológico. En el primer
caso, estamos hablando del “arco reflejo”. Según este esquema inicialmente
planteado por Descartes (1596-1650), es una cadena de tres procesos neurales la
que nos permiten interactuar con el mundo recibiendo las señales que vienen de
afuera y emitiendo respuestas que salen desde adentro. Estos procesos son: 1)
las vías aferentes, 2) el procesador de la información y 3) las vías eferentes.
El reflejo fisiológico así visto, está incompleto y conlleva a la reiteración
mecánica de la conducta, sea humana o animal. De modo que para que el reflejo
fisiológico asegure la correcta adaptación al medio hace falta un cuarto
proceso. Este proceso es según Piotr K. Anojín (1987) la “aferentización de
retorno”, y garantiza el funcionamiento sistémico de los organismos vivos, en
una síntesis dialéctica de lo pasado y lo futuro. Por eso dice “es evidente que
los rasgos esenciales del resultado futuro se forman de manera dinámica,
gracias a los procesos multifacéticos de la síntesis aferente, con la
extracción de la memoria de la experiencia vital pasada y de su resultado”
(Anojín 1987, p. 93).
El
reflejo es entonces un “fenómeno proactivo”, pues permite ir hacia adelante. La
aferentización de retorno brinda pues la retroalimentación justa y necesaria,
para que los organismos vivos no respondan al medio mecánicamente, sino que
modifiquen su estructura (filogenia) y su función (ontogenia) sistémicamente
gracias al reflejo anticipatorio de la realidad. El reflejo psicofisiológico
sin este cuarto proceso hace imposible el aprendizaje, y por ende, el
desarrollo de las especies y de los individuos, sería igualmente imposible.
Teniendo en cuenta que en el caso del hombre, su lucha por la supervivencia no
se da como una adaptación a la naturaleza, sino como un proceso de
transformación social que permite su adaptación en el plano histórico (Merani,
1984).
Allport
entonces, comprende el reflejo psíquico de manera mecánica más no dialéctica,
donde el principio y el fin, el pasado y el futuro, lo fisiológico y lo
psíquico conforman una unidad. Lo primero determina lo segundo y viceversa.
Tenemos que sobre la base de los procesos neurofisiológicos, se forman los
reflejos condicionados como conexiones nerviosas temporales que, en los seres
humanos, dan lugar al reflejo psíquico. El aspecto psicológico del reflejo es
como dice Lenin una copia inexacta de la realidad, una representación subjetiva
del mundo objetivo (Lenin, 1967). Sobre este tema recae una lucha histórica
entre la epistemología materialista y la idealista.
Psicología
marxista y epistemología humanista
Además
de lo antes mencionado, la crítica hecha por Allport tiene, un trasfondo
fenomenológico, que merece ser atendido, a la luz del humanismo idealista y
materialista. Históricamente, los psicólogos hemos sin duda, sido mezquinos con
la psicología tanto como ciencia y como profesión. Cuando se hace ciencia,
muchas veces, los psicólogos no han respetado la dignidad humana; no quizá como
un acto deliberado, porque el desarrollo de la ciencia en general y de la
ciencia psicológica en particular ha pasado por un proceso de perfeccionamiento
que sigue el curso de lo radical a lo flexible, de lo dogmático a lo
dialéctico, de lo intuitivo a lo programado, de lo indigno a lo ético.
Como
profesión, la psicología ha visto en los pacientes objetos más que sujetos, se
ha centrado más en los problemas que en las soluciones, ha criticado más que
entender; y sobre este punto la crítica de Allport, de los humanistas y otros
fenomenólogos, es atinada: “Ha sido evidente, tanto por nuestra experiencia
clínica como por nuestra investigación, que cuando el consejero percibe y
acepta al cliente tal cual es, cuando deja de lado toda evaluación y entra en
el marco de referencia perceptual del mismo, lo libera para que explore
nuevamente su vida y su experiencia, lo libera para percibir en esa experiencia
nuevos significados y nuevas metas” (Rogers, 1997, p. 55).
El
psicólogo debe pues, orientar su labor hacia el paciente, partiendo de una
actitud empática y conciliadora, insertando la educación a la psicoterapia.
Este principio ha sido ampliamente tratado por los humanistas como Allport
(1973) y Rogers (1997), quienes plantean como objetivo reestructurar la visión
del paciente. Esto es generar nuevos insights, que favorezcan su ajuste al
medio. Por esta razón el humanismo busca la autoaceptación del paciente a
través del apoyo incondicional del terapeuta, que no está en el escenario
terapéutico para censurar, sino para aceptar. Este aspecto particular exhibe
una visión estoica, que induce al sometimiento para con la naturaleza,
asintiendo y aceptando la realidad. El hombre empero, no se somete a la
naturaleza, sino que la transforma y en este proceso se transforma él mismo
(Engels, 1961). He ahí otro punto de quiebre, entre el humanismo idealista y la
psicología marxista. Aunque las ideas de Rogers son ciertamente apropiadas,
resulta evidente, que atender este asunto, implica también analizar la teoría
del conocimiento que subyace a su filosofía.
La
epistemología idealista de la escuela humanista rechaza la realidad concreta, y
antepone a esta la realidad del paciente y del terapeuta; una posición así es
peligrosa si no se maneja una clara visión de los hechos psicológicos. El
idealismo, cualquiera que sea su forma, hace siempre lo mismo, antepone la idea
a la materia o la mente a la realidad. No podemos negar que entre la realidad
objetiva y la subjetiva existen relaciones complejas que interactúan entre sí,
pero el principio de estas relaciones está siempre en la realidad misma. La
realidad es una sola, el que cada persona refleje dicha realidad de manera
subjetiva, no significa que la realidad subjetiva reemplace a la realidad
objetiva. Pues negar la realidad es vivir fuera de esta.
Por
ello la epistemología idealista es inaceptable porque la noción de que la mente
puede hacer concretas realidades abstractas, y sustituir con el orden el caos
primitivo, es solipsismo. “El universo es el movimiento de la materia conforme
a leyes, y nuestro conocimiento, siendo el producto supremo de la naturaleza,
solo puede reflejar esas leyes” (Lenin, 1967, p. 131). En otras palabras,
dentro de la epistemología materialista, la realidad existe independientemente
de la conciencia, nosotros solo podemos acercarnos a ella a través del
conocimiento, pero nunca la realidad subjetiva será objetiva, por eso es
erróneo pensar que “no existe objeto sin sujeto”.
La
fenomenología humanista se presenta como idealismo, y en ese sentido adolece
del mismo defecto que el positivismo. Como dice Gould (1975):
La fenomenología
conduce a una ontología similar a la del positivismo, cuyas entidades
fundamentales son individuos abstractos. En esta forma, la fenomenología, así
como el positivismo, recapitula en su metodología y en su ontología las
relaciones sociales ratificadas en el capitalismo. Más aquí, lo fundamental es
la subjetividad como independiente, inmediata y aislada, mientras que lo
fundamental en el positivismo es la objetividad dada en la apariencia de las
conexiones que a manera de leyes existen entre las entidades. Ambas opiniones
unilaterales reflejan la dicotomía de sujeto y objeto que caracteriza la vida
social capitalista. (Gould, 1975, p. 130)
Ni
la fenomenología ni el positivismo, son una alternativa viable para mantener
una epistemología científica y humanista. Ambas posturas son radicales y
unilaterales. El positivismo se centra en el objeto y niega al hombre como
realidad psicológica. La fenomenología, más específicamente humanista, se
centra en el sujeto, pero niega la realidad social. Ante esta disyuntiva el
marxismo unifica dialécticamente el sujeto con el objeto, pero no debemos
colocarlos en el mismo plano. Precisamente, consideramos que los métodos de
Rogers son convenientes y perfectibles para el quehacer psicológico. Pero la
epistemología que los sustenta, es errada. ¿Cómo puede el humanismo finalizar
su discurso con una amplia misión para el hombre, si comenzó con una visión
estrecha de la realidad? Ernst von Glasersfeld (2001) defensor del
constructivismo, nos ofrece un razonamiento aprovechable, al decir que la
construcción de la realidad, no es ontología, pues, no nos dice cómo es el
mundo, solo sugiere una forma de pensarlo. El qué es el mundo es una pregunta
ontológica, el cómo conocerlo es una pregunta metodológica. Lo primero se
detiene en el objeto, lo segundo se aboca al sujeto.
En
el humanismo, el qué y el cómo son incoherentes y se divorcian, en el marxismo
ontología y método son interdependientes y se complementan. El hombre construye
su propia realidad, tratando de alcanzar la única realidad. El sujeto pretende
conocer el objeto siendo objeto y sujeto a la vez. El humanismo marxista, es
sólido y coherente, no concibe al hombre como un ser humano in abstractum, sino
como un ser biopsicosocial concreto. La “bondad” no es una manifestación humana
per se, sino un producto cultural. El hombre es libre no como ser humano sino
como ser social. La humanidad se forja en la sociedad: el verdadero humanismo
no está presente en la historia del hombre como ideal de libertad sino como
praxis sociocultural. La actividad mediatizadora del hombre lo arranca del
ámbito natural y lo posiciona socialmente como ser humano. Por eso antes que
ser humano, el hombre es un ser social.
Bibliografía
Allport,
G. W. (1973). La personalidad, su configuración y desarrollo. Barcelona: Herder. Anojin, P. K. (1987). Psicología y la filosofía de la ciencia. Metodología del sistema funcional. México: Trillas. Engels, F. (1961). Dialéctica de la naturaleza. México: Grijalbo. Fromm, E. (1962).Marx y su concepto del hombre. México: Fondo de Cultura Económica. Gould, C. C. (1975). La ontología social de Marx y la metodología de las ciencias sociales. En A. Sanchez (comp) Colección Teoría y Praxis, vol 24: La filosofía y las ciencias sociales, (pp. 127- 153). Madrid: Grijalbo. Alternativas cubanas en Psicología / vol. 3, no. 9. 59. 59 Lenin, V. I. (1967). Materialismo y empiriocriticismo. México: Grijalbo. Grijalbo. Marx, C. (1973). El capital. Buenos Aires: Cartago. Cartago. Merani, A. L. (1984). Psicología genética. México: Grijalbo Grijalbo. __________. (1972). Naturaleza humana y educación. México: Grijalbo. __________. (1969). Psicología y pedagogía. México: Grijalbo. Grijalbo. Ñaupari, H. (2004). Páginas libertarias. Lima: Ediciones Altazor. Altazor. Platonov, K. (1973). Psicología recreativa. México: Ediciones de Cultura Popular. Popular. Rogers, C. R. (1997). Psicoterapia centrada en el cliente. Barcelona: Paidós. Vygotsky, L. S. (1987). Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores. La Habana: Científico Técnica. . ____________. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona: Grijalbo. Von Glasersfeld, E. (2001). El constructivismo radical, o la construcción del conocimiento. En P. Watzlawick y G. Nardone (comps.) Terapia breve estratégica, (pp. 39-50). Barcelona: Paidós.
[1]Bajado
de: file:///C:/Users/Ismael/Desktop/escritorio/escueala%20carpetas/Estructura%20socioeconomica%20de%20M%C3%A9xico/Estructura%202023-2024/Marxismovshumanismo.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario