sábado, 27 de abril de 2019

Romper las inercias en la UAM


Romper las inercias en la UAM

Todo parece indicar que va a cumplirse la amenaza-reto del dirigente del Situam de romper el récord de 63 días de huelga en la Universidad Autónoma Metropolitana en 2008. Siempre ha sido difícil gestionar las huelgas y por eso siempre es indispensable pensar bien sus posibilidades, pues las inercias y polarizaciones que se suscitan postergan casi invariablemente cualquier desenlace favorable tanto a los trabajadores (empleados y profesores) como a las autoridades universitarias. No cuestiono la legitimidad del sindicato, del cual me considero fundador y militante (aunque ahora no activo) ni mucho menos la legalidad de la huelga, por más que afecte sin remedio procesos de enseñanza e investigación y victimice a decenas miles de alumnos y alumnas de la Universidad. Generalmente se recuperan los ritmos y los programas escolares acaban por cumplirse a destiempo pero de forma efectiva. Así que el daño se subsana y puede traducirse en cierto aprendizaje y experiencia o al menos sensibilización sobre la problemática del trabajo que, luego como egresados, los estudiantes podrán sin duda vivir. El problema es que ahora parece que se acaba el tiempo y el año no da para reponer un trimestre que se disuelve en el aire.

A riesgo de desatar polémica y cosechar condenas, me resulta evidente que la huelga en la UAM este año tiene el sello de las inusitadas esperanzas del Situam en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su retórica sobre el fin del neoliberalismo y la necesaria recuperación salarial. Lo mismo el pretendido combate contra la corrupción, identificada con salarios de los funcionarios que considera desmesurados, si bien en realidad el sindicato se refiere a las compensaciones y primas. Por consecuencia, en la revisión salarial se apostó a romper el tope salarial que desde hace décadas nos impusieron los distintos gobiernos neoliberales (aunque López Portillo los inaugura) y a pesar de que la la UNAM ya se había definido con 3.35 por ciento. Para darle densidad a la demanda, se emplazó igualmente por violaciones al contrato colectivo de trabajo, básicamente relacionadas con plazas administrativas o manuales, pero a mi parecer siempre es absurdo plantear una huelga por este motivo. Las violaciones por parte de la administración son cotidianas, motivadas por diversas razones, y el sindicato debe confrontarlas en su momento; si se acumulan al grado de necesitar un emplazamiento de huelga, simplemente revelan la falta de atención a esa problemática, la desmovilización de los trabajadores y, sobre todo, la ausencia de vida colectiva en el sindicato.

Desde el inicio del insólito estallido de la huelga (estimulado igualmente por las huelgas obreras en Matamoros), las negociaciones mostraron el absurdo de pretender romper el tope salarial sólo en la UAM, cuando se trata de una política gubernamental que AMLO conserva e incluso refuerza con sus ataques a pretendidos altos salarios (¿profesores fifís?). Ni los presupuestos universitarios ni de la ciencia ni la cultura aumentaron con el nuevo gobierno. Al contrario, descendieron en forma considerable en los hechos. Es ridículo apostar la ruptura del añejo tope salarial a la anulación de las compensaciones de los órganos personales, bajo el argumento de que vuelven escandalosa la pretendida nómina dorada. Ni alcanza ni es una operación que la Rectoría general pueda realizar, más que a través de la intervención de los órganos colegiados y con la redistribución y rediseño de un presupuesto por lo demás atado en lo fundamental por el SEP. No se comprende que la autonomía universitaria (evidentemente amenazada por el gobierno que prefiere un orden jerárquico que se le someta) es relativa, no deja manos libres a la institución. En otras huelgas fuímos a exigirle al gobierno más presupuesto para atender las necesidades salariales y contractuales dependientes del subsidio oficial, pero ahora el sindicato fue al Congreso y ante el Presidente de la República a reclamarles que llamaran la atención a las autoridades universitarias por el supuesto uso discrecional y corrupto de un presupuesto de por sí restringido. Incluso maestros y estudiantes fueron a lo mismo a la SCJN. Parece que no se entiende la necesidad de preservar la autonomía universitaria cuando está amenazada y es tan limitada todavía.

La Rectoría general de la UAM respondió con una propuesta salarial inamovible, como ya es costumbre, apoyada en el tope salarial para el sector universitario, pero cometió el error de proponer una retabulación de 3 por ciento que, según yo, es materia de la revisión contractual, y además lo hace en forma discriminatoria, excluyendo a los profesores de tiempo completo. Los argumentos son inaceptables, pues es falso que todos los y las profesores tengan todas las becas y estímulos y menos que disfruten de esos pilones asistenciales del Progresa, digo, de Oportunidades, perdón, del SNI; migajas distribuídas por un sistema faccioso sostenido en la precariedad salarial, que solamente las comunidades zapatistas han tenido la dignidad de rechazar. Ha mostrado la Rectoría más flexibilidad y hasta iniciativa para resolver la demanda de violaciones contractuales, tal vez buscando presionar una salida por el lado de los intereses del aparato sindical. Hasta propone buscar, junto al Situam, opciones para recuperar una caída salarial que viene de lejos y reajustar las compensaciones de funcionarios, ya con la Casa Abierta.

La apuesta de la dirección sindical, sin embargo, fue fallida y ahora estamos en un conflicto sin salidas, atrapados por las inercias que siempre han caracterizado los conflictos huelguísticos en la UAM. Se acusa al Situam de extraviar su carácter mixto al ser abandonado por los académicos y representar solamente los sectores manuales y administrativo, los más afectados por las políticas salariales restrictivas. Incluso la escisión de hace algunos años condujo a tratar de fundar un instrumento sindical de los puros profesores (el Spauam), lo que además de ser un error garrafal que debilitó al sindicato, simplemente no prosperó. Ahora no han faltado quienes tratan de revivir lo que no fueron capaces de organizar cotidianamente y su salpicada presencia ha polarizado todavía más el conflicto, en lugar de contribuir a la búsqueda de consensos y salidas.

Me parece que el Situam debe revalorar la importancia de su papel en el conflicto y en la propia UAM y no seguir apostando al desgaste (que hace lo mismo la representación de la Universidad) y recuperar el proyecto de largo plazo (multisectorial y nacional) de una lucha a fondo contra las políticas salariales vigentes, exigiendo al gobierno de López Obrador hechos y no la retórica antineoliberal que pretende ocultar la continuación de las estrategias precarizadoras que se arrastran y determinan todo lo demás. Los académicos requieren rechazar el trasfondo y manifestación de esas políticas, las que les impusieron procesos de deshomologación y prácticas productivistas que disfrazan la caída salarial de los académicos, al tiempo que generan desigualdades, exclusiones, prácticas corruptas y un futuro incierto.

Hay que saber concluir una huelga mediante una perspectiva de resistencia duradera y propuestas efectivas de organización en la búsqueda de alternativas efectivas de cambio. Rehacer el ambiente de cooperación y solidaridad, reforzar en forma incluyente la organización colectiva; reemprender el trabajo de todas y todos.


Arturo Anguiano
Profesor-investigador de la UAM desde 1976.

No hay comentarios:

Publicar un comentario