Romper
las inercias en la UAM
Todo
parece indicar que va a cumplirse la amenaza-reto del dirigente del Situam de
romper el récord de 63 días de huelga en la Universidad Autónoma Metropolitana
en 2008. Siempre ha sido difícil gestionar las huelgas y por eso siempre es
indispensable pensar bien sus posibilidades, pues las inercias y polarizaciones
que se suscitan postergan casi invariablemente cualquier desenlace favorable
tanto a los trabajadores (empleados y profesores) como a las autoridades
universitarias. No cuestiono la legitimidad del sindicato, del cual me
considero fundador y militante (aunque ahora no activo) ni mucho menos la
legalidad de la huelga, por más que afecte sin remedio procesos de enseñanza e
investigación y victimice a decenas miles de alumnos y alumnas de la
Universidad. Generalmente se recuperan los ritmos y los programas escolares
acaban por cumplirse a destiempo pero de forma efectiva. Así que el daño se
subsana y puede traducirse en cierto aprendizaje y experiencia o al menos
sensibilización sobre la problemática del trabajo que, luego como egresados,
los estudiantes podrán sin duda vivir. El problema es que ahora parece que se
acaba el tiempo y el año no da para reponer un trimestre que se disuelve en el
aire.
A riesgo
de desatar polémica y cosechar condenas, me resulta evidente que la huelga en
la UAM este año tiene el sello de las inusitadas esperanzas del Situam en el
gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su retórica sobre el fin del
neoliberalismo y la necesaria recuperación salarial. Lo mismo el pretendido
combate contra la corrupción, identificada con salarios de los funcionarios que
considera desmesurados, si bien en realidad el sindicato se refiere a las
compensaciones y primas. Por consecuencia, en la revisión salarial se apostó a
romper el tope salarial que desde hace décadas nos impusieron los distintos
gobiernos neoliberales (aunque López Portillo los inaugura) y a pesar de que la
la UNAM ya se había definido con 3.35 por ciento. Para darle densidad a la
demanda, se emplazó igualmente por violaciones al contrato colectivo de
trabajo, básicamente relacionadas con plazas administrativas o manuales, pero a
mi parecer siempre es absurdo plantear una huelga por este motivo. Las
violaciones por parte de la administración son cotidianas, motivadas por
diversas razones, y el sindicato debe confrontarlas en su momento; si se
acumulan al grado de necesitar un emplazamiento de huelga, simplemente revelan
la falta de atención a esa problemática, la desmovilización de los trabajadores
y, sobre todo, la ausencia de vida colectiva en el sindicato.
Desde el
inicio del insólito estallido de la huelga (estimulado igualmente por las
huelgas obreras en Matamoros), las negociaciones mostraron el absurdo de pretender
romper el tope salarial sólo en la UAM, cuando se trata de una política
gubernamental que AMLO conserva e incluso refuerza con sus ataques a
pretendidos altos salarios (¿profesores fifís?). Ni los presupuestos
universitarios ni de la ciencia ni la cultura aumentaron con el nuevo gobierno.
Al contrario, descendieron en forma considerable en los hechos. Es ridículo
apostar la ruptura del añejo tope salarial a la anulación de las compensaciones
de los órganos personales, bajo el argumento de que vuelven escandalosa la
pretendida nómina dorada. Ni alcanza ni es una operación que la Rectoría
general pueda realizar, más que a través de la intervención de los órganos
colegiados y con la redistribución y rediseño de un presupuesto por lo demás
atado en lo fundamental por el SEP. No se comprende que la autonomía
universitaria (evidentemente amenazada por el gobierno que prefiere un orden
jerárquico que se le someta) es relativa, no deja manos libres a la
institución. En otras huelgas fuímos a exigirle al gobierno más presupuesto
para atender las necesidades salariales y contractuales dependientes del
subsidio oficial, pero ahora el sindicato fue al Congreso y ante el Presidente
de la República a reclamarles que llamaran la atención a las autoridades
universitarias por el supuesto uso discrecional y corrupto de un presupuesto de
por sí restringido. Incluso maestros y estudiantes fueron a lo mismo a la SCJN.
Parece que no se entiende la necesidad de preservar la autonomía universitaria
cuando está amenazada y es tan limitada todavía.
La
Rectoría general de la UAM respondió con una propuesta salarial inamovible,
como ya es costumbre, apoyada en el tope salarial para el sector universitario,
pero cometió el error de proponer una retabulación de 3 por ciento que, según
yo, es materia de la revisión contractual, y además lo hace en forma
discriminatoria, excluyendo a los profesores de tiempo completo. Los argumentos
son inaceptables, pues es falso que todos los y las profesores tengan todas las
becas y estímulos y menos que disfruten de esos pilones asistenciales del
Progresa, digo, de Oportunidades, perdón, del SNI; migajas distribuídas por un
sistema faccioso sostenido en la precariedad salarial, que solamente las
comunidades zapatistas han tenido la dignidad de rechazar. Ha mostrado la
Rectoría más flexibilidad y hasta iniciativa para resolver la demanda de
violaciones contractuales, tal vez buscando presionar una salida por el lado de
los intereses del aparato sindical. Hasta propone buscar, junto al Situam,
opciones para recuperar una caída salarial que viene de lejos y reajustar las
compensaciones de funcionarios, ya con la Casa Abierta.
La
apuesta de la dirección sindical, sin embargo, fue fallida y ahora estamos en
un conflicto sin salidas, atrapados por las inercias que siempre han
caracterizado los conflictos huelguísticos en la UAM. Se acusa al Situam de
extraviar su carácter mixto al ser abandonado por los académicos y representar
solamente los sectores manuales y administrativo, los más afectados por las
políticas salariales restrictivas. Incluso la escisión de hace algunos años
condujo a tratar de fundar un instrumento sindical de los puros profesores (el
Spauam), lo que además de ser un error garrafal que debilitó al sindicato,
simplemente no prosperó. Ahora no han faltado quienes tratan de revivir lo que
no fueron capaces de organizar cotidianamente y su salpicada presencia ha
polarizado todavía más el conflicto, en lugar de contribuir a la búsqueda de
consensos y salidas.
Me parece
que el Situam debe revalorar la importancia de su papel en el conflicto y en la
propia UAM y no seguir apostando al desgaste (que hace lo mismo la
representación de la Universidad) y recuperar el proyecto de largo plazo
(multisectorial y nacional) de una lucha a fondo contra las políticas
salariales vigentes, exigiendo al gobierno de López Obrador hechos y no la
retórica antineoliberal que pretende ocultar la continuación de las estrategias
precarizadoras que se arrastran y determinan todo lo demás. Los académicos
requieren rechazar el trasfondo y manifestación de esas políticas, las que les
impusieron procesos de deshomologación y prácticas productivistas que disfrazan
la caída salarial de los académicos, al tiempo que generan desigualdades,
exclusiones, prácticas corruptas y un futuro incierto.
Hay que
saber concluir una huelga mediante una perspectiva de resistencia duradera y
propuestas efectivas de organización en la búsqueda de alternativas efectivas
de cambio. Rehacer el ambiente de cooperación y solidaridad, reforzar en forma
incluyente la organización colectiva; reemprender el trabajo de todas y todos.
Arturo
Anguiano
Profesor-investigador
de la UAM desde 1976.