martes, 19 de febrero de 2019


El concepto de psicología
Entre la diversidad conceptual y la conveniencia de unificación.                     Apreciaciones desde la epistemología
José M. Arana                                                                                                                                             Juan José G. Meilán 
Enrique Pérez

Resumen

Responder a las preguntas ¿qué es la psicología? o ¿qué hacen los psicólogos?, resulta más difícil en la actualidad que hace un siglo, cuando la nueva disciplina comenzaba a dar sus primeros pasos como ciencia. Elaborar una definición clara, adecuada y objetiva de la psicología no es una empresa fácil. En el ámbito académico y científico, lejos del acuerdo, es la diversidad la palabra que mejor refleja el panorama de aproximaciones (escuelas, paradigmas, objetos de estudio y métodos) que presenta la psicología. A lo largo de su desarrollo han sido muchos, rápidos y radicales los cambios que se han producido en su seno. Uno de los rasgos característicos más relevantes de la psicología contemporánea es la amplitud de su campo, la diversidad de enfoques y métodos, lo que da lugar a controversias y enfrentamientos. ¿Es posible la unidad? ¿Cuál es su naturaleza? ¿O es que tal vez deberíamos hablar de psicologías?
PALABRAS CLAVE concepto de psicología, unidad-diversidad en psicología.
Abstract
Answering the questions What is psychology? or What do psychologists do? is more difficult in 2005 than a century ago when the discipline took its first steps to become a science. To create a clear, proper, and objective definition of psychology, is not an easy work. In academic and scientific circles, there is no agreement and diversity is the best word to define the variety of approaches (schools, paradigms, study objects, and methods) in psychology. The development of psychology has had many fast and radical changes. One of the more relevant and typical traits of contemporary psychology is its wide field of interests, the diversity of perspectives and methods, which generates controversies and confrontations. Is unity possible? What is its nature? Or, perhaps, should we talk of psychologies?
KEY WORDS
 psychology concept, unity-diversity in psychology


Concepto de psicología
U

na primera aproximación al concepto de psicología nos obliga a diferenciar lo que vulgarmente se entiende por tal con la definición que recogen los manuales o los textos especializados. Existen muchas ideas equivocadas, parciales o sesgadas.

EL USO VULGAR DEL TÉRMINO PSICOLOGÍA

Para algunos, la psicología se ocupa únicamente de la aplicación de tests con el fin de diagnosticar trastornos del comportamiento, evaluar las capacidades, la personalidad, etc. Si bien ésta es una ocupación importante del profesional de la psicología, esta visión del todo por una de sus partes lleva necesariamente a una apreciación parcial de la psicología.
Para otros, los psicólogos son las personas que tratan con locos, con quienes tienen problemas (psicología como psicopatología y psicología educativa). Esta visión, sin ser del todo errónea, es claramente parcial y sesgada. El estudio y tratamiento de los trastornos mentales, del comportamiento y los problemas escolares es, sin duda, un ámbito de ocupación importante, pero no el único, ya que se debe considerar la promoción de la salud mental de las personas sanas, la prevención, el uso de la misma en la mejora del rendimiento a distintos niveles (laboral, escolar, deportivo, etc.). Esto es psicología —psicología aplicada—, pero no es toda la psicología aplicada ni es el único modo de entenderla (Prieto, 1995).
Generalmente muy pocos sabrían distinguir entre psicólogos y psiquiatras, y es que el hecho de coincidir en el área de conocimientos por la que están interesados y la utilización de técnicas y aproximaciones coincidentes en parte, ha contribuido a que, como ciencias de la salud que son, exista un solapamiento entre las funciones que cumplen uno y otro colectivo (problemas derivados de compartir un mismo objeto de estudio —o sujeto, más bien).
La explosión de secciones y artículos sobre psicología en revistas del corazón o periódicos, las tertulias en las emisoras de radio cuyo carácter científico es más que cuestionable, y la utilización de los medios de comunicación de masas para divulgar la psicología han acarreado consecuencias ambivalentes para nuestra disciplina. Por una parte, habrían sido positivas al contribuir al conocimiento de los potenciales consumidores las posibilidades que les brinda, pero, como contrapartida, el efecto negativo ha sido su vulgarización y banalización: al menos intuitivamente todo el mundo parece entender de psicología, cualquier persona se atreve a realizar un diagnóstico, los términos psicológicos inundan las conversaciones diarias, etcétera.
USO ACADÉMICO DEL TÉRMINO PSICOLOGÍA
Aparte del uso vulgar del término, en opinión de Prieto (1995), la segunda gran dificultad al momento de definir qué es la psicología es la diversidad de acepciones científicas del término. La psicología a la que alude el hombre de la calle —concepto vulgar de psicología— se refiere casi por completo a la psicología aplicada, a la que realiza fundamentalmente el psicólogo en el ejercicio de la profesión para la que le faculta el título. El psicólogo que trabaja en un gabinete, en el equipo psicopedagógico de un centro educativo, en un hospital, en la cárcel, en una empresa, etc., son ejemplos de esta ocupación. Sin embargo, este uso vulgar del concepto relega a un segundo plano a aquellos psicólogos que trabajan en la investigación: son los psicólogos básicos.
La distinción entre psicología básica y aplicada se hace fundamentalmente en el ámbito académico de la universidad, donde se lleva a cabo la investigación básica como una ocupación inherente a la de profesor de la institución. El papel de profesor de universidad resalta como ocupaciones principales no sólo las tareas docentes sino las investigadoras. No obstante, como señala Prieto (1995), lo que debe quedar claro es la artificialidad de esta división, ya que en la realidad, en el día a día, no se dan esas fronteras que mantienen en un lado a los investigadores puros y en otro a los que se dedican a aplicar lo que los primeros descubren. La psicología aplicada, para que sea considerada científica, ha de estar basada en los conocimientos que la psicología básica haya probado que son científicos.
En la psicología aplicada se mezclan, a veces, el eclecticismo (no siempre negativo) con la confusión (siempre preocupante). Se deben desarrollar técnicas efectivas y abandonar las que no lo son. En este sentido, un problema frecuente es el que se produce cuando la psicología aplicada se desarrolla al margen de la psicología básica, lo que trae como consecuencia la imposibilidad de evaluar su carácter científico o su eficacia (Fernández Trespalacios, 1987). Como señala este último autor, los conocimientos de la psicología básica son los que permiten a las diferentes ramas de la psicología aplicada, mediante técnicas propias, entender y resolver los problemas psíquicos del ser humano. La complementariedad está clara. No obstante, ambas “psicologías” pueden ser desarrolladas por la misma persona. Así, un profesional de la psicología clínica puede desear comparar la eficacia de dos terapias aplicadas a dos grupos de pacientes diagnosticados con el mismo trastorno conductual: siempre que siga los pasos del método científico (frente a la intuición), someta a prueba sus hipótesis y sus datos a contrastación, diremos que está construyendo ciencia.
Pero la división en psicología no se reduce sólo a esta dualidad básica aplicada. Académicamente, dentro de la psicología aplicada, en las universidades españolas se ha mantenido hasta hace poco la tradición de distinguir entre psicología clínica, psicología educativa (escolar) y psicología de las organizaciones. El objetivo era orientar la formación hacia los tres grandes campos donde preferentemente estaba considerada la labor profesional del psicólogo. De hecho, el título reflejaba entre paréntesis la especialidad cursada, aunque después no fuera determinante para optar a trabajar en cualquiera de las otras. En los últimos tiempos estos tres grandes epígrafes de la psicología han caído en desuso, sobre todo debido a que los psicólogos han penetrado en nuevos campos como la psicología jurídica, la psicología del deporte, de las adicciones, de la paz o el estudio de los problemas de las minorías étnicas.
Quizás la división en asignaturas de los contenidos a cubrir en el estudio reglado de la psicología como disciplina universitaria es la que mejor puede entenderse. La división no se establece por razones de delimitación natural cuanto por requerimientos didácticos. Los nuevos planes de estudio recogen la existencia de un gran número de asignaturas que comienzan con la denominación Psicología de…: psicología de la motivación, de la memoria, de la personalidad, de las diferencias individuales, de la sexualidad, etc. Pero con una adecuada orientación por parte del profesorado que las imparte, el estudiante de psicología no debería tener problema en establecer la relación entre estas parcelas de la psicología.
También en el ámbito académico —otro nivel de análisis algo más difícil de entender— se habla de psicología humana frente a la animal, de la psicología del niño, del adolescente o del adulto. Pero, sobre todo, lo que al alumno le resulta difícil de entender —y al profesor de explicar— es la existencia de psicologías mentalistas, conductistas, cognitivas, conexionistas, dinámicas, existenciales (Prieto, 1995). Como señala Richardson (1988), los estudiantes se quejan de que el curso típico de la psicología sea una “ensalada teórica”, una confusión de posturas fragmentadas que forman una maraña conceptual en la que muy a menudo los árboles no dejan ver el bosque. Esta impresión lleva a los estudiantes a buscar simplificaciones a ciegas, decantándose por especializaciones prematuras o aprendiendo acríticamente la profusión de orientaciones con el fin de aprobar el examen.
EL CONCEPTO DE PSICOLOGÍA COMO CIENCIA
Existe una aproximación sistemática a la psicología (la que se atiene a un método) y otra asistemática —o al menos no tan sistemática—, que es la que manifiesta la persona de la calle. Consiste en el conocimiento popular sobre las personas y sus comportamientos (costumbres o hábitos). Los conocimientos que se derivan de ella están próximos a la intuición; no son completos ni consistentes y a veces caen en contradicciones o errores. Su procedencia puede ser tan diversa como la experiencia propia, la intuición, el sentido común, las manifestaciones artísticas (música, literatura, pintura) o las tradiciones populares (refranes, fábulas, mitos). A pesar de su origen, este conjunto de conocimientos son útiles, ya que “conocer cómo son las personas” permite comportarse de forma adaptativa a la conducta de los demás, dando una respuesta óptima a cada situación (De Elena y Arana, 1997).
La aproximación sistemática aspira a llegar a conocimientos consistentes, completos, y a la explicación. Cuando éstos son puramente racionales estamos en el ámbito de la filosofía; cuando se basan en la experimentación y en la contrastación de los hechos en la realidad, entonces estamos ante conocimientos científicos.
En la ciencia, los hechos, sucesos o acontecimientos se explican recurriendo a otros (por lo tanto, con posibilidad de contrastarlos), mientras que en la filosofía los hechos se explican por conceptos racionales (algo que podemos entender, pero no experimentar) (Fernández Trespalacios, 1987).
En relación con el carácter científico de la psicología, los alumnos que cursan la carrera han oído con insistencia en las distintas asignaturas cómo se apela continuamente al mismo, en un intento de marcar distancias respecto de otros enfoques y otras disciplinas. Si preguntamos a los futuros licenciados qué es la psicología, la inmensa mayoría comenzará su definición diciendo que es la ciencia de…, aun cuando existan diferencias en lo que vendrá después. Sin embargo, como hace tiempo escribiera Bills (1938), no existe ningún decálogo que dictamine lo que es ciencia y lo que no. Por tanto, en principio, siempre que se haga con rigor, cada uno podría estudiar lo que estime pertinente. Sin embargo, parece razonable reconocer el valor de las pruebas acumuladas en la historia del pensamiento y de la ciencia, ya que nos apunta los caminos a seguir y los callejones sin salida. Pero como recoge Richardson (1988), el conocimiento científico en psicología está considerablemente desorganizado. No obstante, intentaremos no eludir la responsabilidad de presentar al menos una primera aproximación. Como veremos en el siguiente apartado, existe una gran problemática en torno al objeto de estudio de la psicología y, por tanto, en torno al concepto.
Como ciencia ha de romper la subjetividad: usa herramientas como la observación, la correlación (técnicas selectivas) y la investigación experimental (reunir información y datos y luego organizarlos). Pero si la descripción del comportamiento y de los procesos mentales es importante (el cómo), no es suficiente; además, se pretende conocer las causas (explicar el por qué). Una vez que sepamos las causas podremos predecir el comportamiento y ello nos dará pie para intervenir, mejorando así la vida de la persona en particular y la de la sociedad en general. En este sentido, para Fernández Trespalacios (1987), la dimensión u orientación aplicada que debe tener la psicología está clara, cuando la define como el conjunto de conocimientos básicos sobre la psique humana que, aplicados mediante unas técnicas apropiadas, permiten resolver muchos de los problemas que los seres humanos encontramos en la realización de nuestra conducta. Pero ésta sería sólo una primera aproximación al concepto científico de psicología.
Según este mismo autor, para saber qué es la psicología hay que conocer primero lo que es la psicología básica, de manera que, aunque no todas las ramas de la psicología son científicas, el estudio de los procesos psíquicos del hombre normal y adulto, y de las leyes que gobiernan tales procesos es lo que constituye el fundamento de la psicología científica. El interés u orientación nomotética de la psicología está clara.
Influido por el conductismo y por la psicología cognitiva, pero también por otras corrientes, una posible definición de psicología es la que da Mayor (1985), como ciencia de la actividad humana, considerando también como actividad el procesamiento de la información. Ésta es quizás una tentativa de definición, ya que es difícil que una definición sea sin más aceptada por el conjunto de la comunidad de psicólogos. La razón podría estar en la complejidad del psiquismo humano, que hace que los problemas —a la hora de elaborar una definición como a otros niveles— sean mayores que en otras ciencias. En el caso de la definición de psicología nos encontramos entre dos fuegos. Por una parte, la definición debe hacer frente a las exigencias, restricciones y limitaciones que impone la ciencia (epistemológicas y de método); y por otra, a un objeto de estudio con tan singulares características como es la mente/actividad humana. Otra posibilidad es admitir que no existe una definición teórica de la psicología. El problema no tendría consecuencias mayores, a no ser porque tener una definición delimita lo que se debe y no estudiar (y también el cómo). No obstante, esto no parece obstáculo para que la psicología esté en auge y expansión continua.
Hasta tal punto no es fácil definir qué se entiende por psicología que, en un enrevesado modo de eludir la responsabilidad de hacerlo y mostrando su carácter pragmático, algunos autores dicen que es “lo que hacen los psicólogos” (Eysenck, 1968; Deutsch, 1978). Creemos que esta definición, aun cuando en un primer momento puede parecer ingeniosa, se convierte, a poco que se medite sobre ella, en una respuesta circular. Además, un rápido repaso a las áreas y divisiones de la Asociación Americana de Psicología nos da cuenta de la enorme cantidad de ámbitos, ocupaciones, salidas, etc., en que el profesional de la psicología puede desarrollar su actividad. En principio parece distinta la labor del psicólogo que anota la tasa de aciertos o el TR de un animal en un laberinto, a la de otro que aplica una encuesta, o a la de quien analiza las causas del fracaso escolar de un adolescente, o del que escudriña en épocas pretéritas del paciente e interpreta los sueños. Pretender encontrar algún punto en común no es tarea fácil, por lo que “si los psicólogos hacen cosas básicamente diferentes, entonces hay básicamente diferentes clases de psicología” (Kendler, 1981, p. 4). No obstante, hemos de señalar desde ahora que el hecho de que no sea tarea fácil no quiere decir que debamos renunciar a buscar esa comunalidad (suponiendo que exista) en el quehacer del psicólogo, con el fin de acallar a quienes quieren ver en esta diversidad la excusa perfecta para echar por tierra los logros obtenidos y el potencial que guarda la psicología.
La dificultad de dar una definición global de la psicología como ciencia proviene de tener que elegir entre las muchas que se han considerado. Y es que en esa elección se traduce todo un conglomerado de posiciones teóricas, métodos de trabajo, comprensión del sujeto humano en su totalidad, etc. En su siglo de existencia, la psicología ha sido la ciencia de la conciencia, de la vida mental, de la conducta, del comportamiento, de la experiencia inmediata…, para volver recientemente a convertirse en la ciencia de los procesos mentales. Posiblemente estas definiciones se deben más a posiciones teóricas de partida que a resultados concluyentes de investigaciones realizadas. Lo que ocurre es que sin marco teórico es imposible la ciencia, de manera que existe en todas las construcciones científicas, teóricas y/o prácticas, básicas o aplicadas. Es por ello que todo científico trabaja con una definición de psicología más o menos explícita.
El problema de fondo es que toda construcción científica, en cuanto un edificio racional, se construye no sólo desde un contexto de justificación (Reichenbach, 1938), sino que además se inscribe en el contexto de un descubrimiento (Suppe, 1977a, b), se hace desde un esquema conceptual (Weltanschauung), que determina en gran medida qué temas deben ser estudiados y cuáles no. Al mismo tiempo, casi sin ser consciente, el científico elige sus temas y sus métodos inserto en un paradigma (Kuhn, 1962) que le determina.
Superada la etapa en la que se sustentaba la psicología como ciencia de la conducta, pasó de la admisión de variables intermedias (Hull, 1943) a adquirir la conducta un carácter propositivo y consciente (Tolman, 1932), a significar la asunción de un conductismo subjetivo —como empezaron a llamarse a sí mismos Miller, Galanter y Pribram (1960)—, a ser la nueva ciencia de la mente (Gardner, 1985). Y es que, superadas las etapas de las variables intermedias y los constructos mediacionales, la psicología volvía a convertirse en ciencia de la conciencia y del pensamiento, sin rechazar la metodología del trabajo conductista, como señala Fernández Trespalacios (1986).
Puestos a elegir una definición consistente de psicología, consideramos adecuada la de ciencia de la actividad, como lo propone Mayor (1985). Actividad da idea de la globalidad del proceso en el que está inmerso el sujeto, sin circunscribir el objeto de estudio a algo tan desnaturalizado como es el corte temporal molecular, puntual y frío en el que se centraba la psicología imperante en el primer cuarto de siglo. En la actualidad sería legítimo que alguien definiera la psicología simplemente como ciencia de la conducta. Sería legítimo siempre que, a renglón seguido, especificara que por conducta entiende la actividad abierta u observable (conducta visible como el comportamiento individual o de grupos) y la actividad encubierta o inobservable directamente (pensamiento, toma de decisiones, razonamiento, recuerdos, motivaciones, emociones).
Pero la actividad humana no puede ser tenida como tema de estudio exclusivo de los psicólogos. Hay otras ciencias, con diferentes enfoques, que también se dedican al estudio científico de la actividad humana: la sociología, la fisiología o la bioquímica. Pero cada una de estas ciencias cuenta con matices claramente diferenciadores de su análisis de la realidad que denominamos actividad.
Como apunta Fernández Trespalacios (1987), en la práctica las cosas no son tan graves, ya que los psicólogos trabajan e investigan los temas propios de su aproximación a la psicología con los métodos y las técnicas al uso en dicha aproximación. En nuestra opinión, deberíamos decir que no tener una definición unánime no impide que se siga trabajando, investigando y, por tanto, desarrollando la psicología. La gravedad del asunto puede venir del hecho de que, al no existir una definición clara de psicología que aclare qué y cómo se debe estudiar, lo que se haga sea tan dispar que todo valga, que el desarrollo sea desordenado y llegue un momento que no se sepa realmente qué se está haciendo.
Problemática histórica en torno al objeto de la psicología:
la diversidad conceptual Las constantes controversias mantenidas durante años acerca del objeto de estudio de la psicología y del método adecuado para tal estudio hacen difícil establecer una delimitación conceptual clara de la psicología. Si algo caracteriza a la psicología es la diversidad (conceptual y metodológica), que procede de los diferentes enfoques teóricos (epistemológicos), así como de la variedad de ocupaciones en que desarrollan su labor los profesionales de esta disciplina. Esta diversidad es inter e intradisciplinar.
En este sentido, son muchos los que pueden sentirse confundidos cuando se embarquen en la lectura de trabajos sobre los aspectos conceptuales y epistemológicos de la psicología en busca de una definición de la misma. Y es que en el plano conceptual y en el más pragmático, la delimitación de lo que es la psicología es un tema tan prioritario y básico como propicio al desacuerdo (Mayor y Pérez, 1989).
La diversidad conceptual de la psicología se fragua ya en sus inicios en la filosofía, hasta el punto de que podemos considerar el inicio de la psicología como el inicio de la diversidad. En los manuales de historia de la psicología (Boring, 1978; Leahey, 1992, 1994; Sahakian, 1982; Wolman, 1979-1980) puede apreciarse cómo numerosos temas tratados por la psicología científica han sido previamente abordados desde la filosofía.
Para unos autores, la psicología es una ciencia que presenta gran cantidad de métodos, sistemas, paradigmas, teorías, disciplinas (Royce, 1976); que permanece segmentada en torno a su objeto y a su método (Marx y Goodson, 1976), o que, como estudio multidisciplinar que es, tendría diferentes objetos y una gran variedad de supuestos epistemológicos, por lo que sería empobrecedora la pretensión de reconciliarlos y homogeneizarlos (Kendler, 1981). Para otros debería ser una disciplina única, con una coherencia conceptual semejante a la de la física o la biología. En palabras de Mayor y Pérez (1989), la identidad de la psicología ha de resultar necesariamente de la compleja dialéctica entre su diversidad y su pretensión de unidad. Esta dialéctica originada entre posiciones contrapuestas es la causante de la tensión continua en la que se ha desarrollado —y todavía se encuentra— y que unos catalogan en términos de crisis (Westland, 1978) y otros como conflicto (Kendler, 1981).
Para intentar solucionar estos problemas se han seguido tres posibles vías. La primera ha sido acudir a la historia de la disciplina para averiguar qué es la psicología a través de los derroteros que ha seguido en este tiempo (temas de interés, logros, fracasos, etc.), es decir, a través de lo que ha sido. La segunda se puede etiquetar como sistemática, y consiste en acudir a la filosofía, a la lógica, a la teoría de la ciencia o a la epistemología para fundamentarla sobre estos sólidos pilares. Significa, por tanto, acudir a beber de las mismas fuentes que el resto de las ciencias, partiendo de una reflexión previa. En este sentido, la estructura epistemológica de la psicología se ha buscado más en los contextos de la justificación que en los del descubrimiento. Por último, la tercera vía, la pragmática, considera simplemente lo que hacen los psicólogos, pretende por tanto llegar a delimitar el concepto a partir del análisis del quehacer de los profesionales de la materia (Mayor y Pérez, 1989).
Como vimos, la perspectiva pragmática de definir la psicología como “lo que hacen los psicólogos” no resolvía la cuestión, ya que su quehacer abarca muchos ámbitos cuya relación es, en algunos casos, remota. Es más, el ámbito de especialización en el que desempeñe su labor el psicólogo le hará elegir unos temas de interés frente a otros, formular unas u otras hipótesis, adoptar una u otra metodología para abordarlos, e incluso difundir sus investigaciones en según y qué publicaciones, con preferencia sobre otras. Ya decía Wolman (1973, p. IX) que la psicología se ocupa de algo tan diverso como son los seres humanos y los animales, los organismos, las ideas, la bioquímica, la genética, la religión, el desarrollo a lo largo del ciclo vital, la publicidad, y un largo etcétera. Esta diversidad de campos de ocupación, junto con la falta de integración de métodos, técnicas y procedimientos, ha contribuido a difundir la imagen de crisis, de desunión permanente, que no beneficia en nada los intereses de la psicología.
Ante la cuestión de cuál es el objeto de estudio de la psicología, no existe ni ha existido desde sus inicios como ciencia una respuesta única. Lo habitual ha sido siempre la discrepancia. Mientras que para algunos lo básico es la conducta observable, otros hablan de conciencia; algunas tendencias apoyan lo inconsciente, otros el estudio de las cogniciones, la experiencia del hombre como ser total, etc. La delimitación del objeto de estudio de la psicología se convierte, por tanto, en uno de los asuntos más espinosos para la psicología. Se puede considerar que su objeto de estudio es la actividad del sistema psicológico. Pero ocurre que la actividad del sistema psicológico se plasma o se vehicula por medio de determinadas actividades o comportamientos particulares. Éstos, a su vez, pueden convertirse en objeto de estudio de una determinada teoría, y es así como se crean dominios de conocimientos de la psicología (Shapere, 1979). Las teorías explicativas de los distintos dominios están a diferentes niveles, desde las más específicas a las más globales.
Son numerosos los autores que confirman el carácter múltiple de la psicología en relación con su objeto de estudio. A grandes rasgos, Holzkamp (1972) y Kendler (1981) coinciden en señalar que los psicólogos están interesados en tres tipos de fenómenos: las actividades objetivamente observables, las actividades mentales o procesos conscientes, y los procesos neurofisiológicos.
En el fondo, esta multiplicidad de objetos de estudio posibles traduce la realidad de la desunión de la psicología, por lo que la imagen que presenta es la de una ciencia plural y compleja. La pluralidad de objetos incide además sobre su definición misma, su relevancia como ciencia, la adecuación de sus métodos y la validez de los conocimientos que proporciona. El problema de fondo supera los límites de la psicología, ya que se enmarca en la concepción que se tiene del universo, la ciencia, el hombre y del hecho psicológico como tal. Por ello quizás es difícil hablar de la existencia de un paradigma aceptado sin reservas, que unifique y asigne a la psicología el carácter de ciencia normal del que hablaba Kuhn (1971). Precisamente, un indicador de la madurez en el desarrollo de una ciencia es la adquisición de dicho paradigma. Además, la fragmentación atañe a problemas más específicos como la conceptualización y explicación de los distintos procesos. Así, no es posible encontrar una definición única de aprendizaje, memoria, emoción, percepción, motivación, etc. A niveles más específicos, tampoco hay acuerdo respecto al significado de conceptos como estímulo, respuesta, refuerzo, etcétera.
La falta de unidad interna de la psicología no es algo nuevo. La diversidad inherente al complejo objeto de estudio de la psicología que repercute en la extensa variedad de métodos está presente en sus mismos inicios como disciplina independiente. Las primeras polémicas sobre si era posible o no hacer de la psicología una ciencia se produjeron pronto; cabe destacar las entabladas entre Wundt y Brentano, o entre Ebbinghaus y Dilthey. Muchos años después se sigue hablando de crisis en la psicología (Koch, 1969, 1971; Gergen, 1973; Farrell, 1975, 1978; Finkelman, 1978; Westland, 1978). Esta crisis se refleja en el cuestionamiento de la utilidad de la psicología, el valor de la estadística, las dudas sobre su estatus científico, en los problemas filosóficos, profesionales, etc. Como vemos, de la crisis de la psicología se ha hablado desde que Wundt fundara dicha ciencia a finales del siglo XIX. Es más, el sistema de Wundt —primer intento deliberado de construir una psicología científica— contiene ya, a juicio de Yela (1989), las tensiones internas que van a provocar y ahondar la fragmentación. Por su objeto, la psicología era, según la concepción de Wundt, predominantemente una ciencia cultural que trataba de la experiencia inmediata. Por su método era, a la vez, una ciencia natural, es decir, una ciencia experimental de las observaciones (introspectivas) sobre fenómenos como la sensación, la percepción y los afectos elementales, y una ciencia cultural que estudiaba los fenómenos y procesos superiores mediante el examen de los productos culturales de los pueblos.
La distinción entre dos tipos de ciencia fue importante en Alemania a mitad del siglo XIX. Wissenschaft (ciencia) era generalmente considerada como un disciplinado método de investigación diseñado para revelar el conocimiento válido. El término Geisteswissenschaften se acuñó para representar el concepto de John Stuart Mill de las ciencias morales —lo que comúnmente se denomina ciencias sociales— y para distinguirlas de las tradicionales Naturwissenschaften o ciencias naturales. Actualmente se hace una distinción similar entre las ciencias naturales y humanas. Esta diferencia se ha mantenido a lo largo de la historia de la psicología, empezando con Wundt y persistiendo hasta la actualidad.
Külpe y Titchener intentaron extender la metodología de la ciencia natural a todos los fenómenos conscientes, mientras Dilthey negó esa posibilidad en el estudio de cualquiera de ellos. La polémica entre Ebbinghaus y Dilthey sobre el carácter natural o cultural de la ciencia psicológica acabó sin resolverse, con la fragmentación de ambos puntos de vista.
Surgieron entonces alternativas opuestas: frente al estudio exclusivo del contenido de la conciencia se consideró la función; frente a la introspección y el mentalismo, los intentos de objetividad científica por parte de la reflexología y el conductismo; frente al carácter atomista y asociacionista de la conciencia, la teoría Gestalt; frente al carácter explicativo de la psicología como ciencia natural, su carácter comprensivo como ciencia humanista; frente a la conciencia, las raíces inconscientes de los fenómenos psicológicos propuestas por el psicoanálisis (Yela, 1987).
Aunque parece admitido que la psicología dominante en la actualidad es la que adoptó el modelo de la ciencia positiva-natural, este hecho no debe hacernos pensar que se resuelve el problema de la unidad disciplinar de la psicología. Lejos de esto, una de las principales características de la psicología contemporánea es su tendencia a la fragmentación, con el surgimiento de nuevas especialidades (Mayor y Pérez, 1989; Yela, 1986, 1989; Myers, 1999). Cuando aparecen, la mayoría de estas especialidades se creen en posesión de la verdad (exclusivismo), y si bien han enriquecido la psicología, las disputas por el trono entre ellas no la han beneficiado precisamente. La psicología experimental se ha erigido en la abanderada del rigor metodológico; la etología y la psicología clínica de la adecuación al objeto; la psicología genética de Piaget del sólido basamento epistemológico, etcétera.
Tradicionalmente una ciencia o disciplina se define por medio de su objeto y su método. Si existe unidad de objeto y de método, la disciplina tendrá unidad interna (Mayor y Pérez, 1989; Yela, 1987). En psicología, actualmente e incluso en sus inicios como disciplina independiente, existe y ha existido una falta de consenso acerca del referente de la disciplina. Aunque este tipo de problemática se produce también en otras ciencias, en ellas, a diferencia de lo que ocurre en psicología, esas controversias no impiden la prosecución de trabajos de investigación. En palabras de Bunge y Ardila (1988, pp. 4748),
las incertidumbres relativas al objeto de estudio afectan, por cierto, al modo en que se enseña la ciencia, y en que se hace filosofía acerca de ella, pero difícilmente influyen en la corriente principal de investigación. En psicología las cosas son diferentes. Toda visión del objeto o referencia de la psicología es probable que afecte profundamente la naturaleza de los problemas que han de atacarse y la modalidad de las investigaciones mismas. Así pues, si la psicología se define como el estudio de la conciencia, todo lo demás se dejará de lado y se favorecerá la introspección por encima de cualquier otro método. Pero si, por el contrario, se define a la psicología como el estudio de la conducta manifiesta, sólo se estudiarán los movimientos observables, y todo lo demás será ignorado.
Parece evidente también que el tema del objeto de la psicología no puede tratarse en abstracto, separadamente. La construcción del objeto y su conocimiento no son dos factores separados e inamovibles; el método y el objeto no son fijos e inmutables, sino que están en constante cambio y se afectan uno al otro. La construcción del objeto implica un método y el primero se verá afectado por el segundo, al igual que se cambiará el método si éste no es el adecuado para conocer el objeto, en cuyo caso el método se adaptaría hasta que permitiera conocer y representar al objeto en cuestión.
En cualquier ciencia el problema del objeto es relevante, ya que delimita el aspecto de la realidad sobre el que una ciencia proveerá conocimientos, a la vez que incide en la forma de buscar dichos conocimientos (método) y en la validez de los mismos (Mayor, 1989). Efectivamente, son dos los pilares fundamentales sobre los que se asienta una ciencia: el objeto de estudio —que delimita el qué se debe estudiar— y el método —que marca el cómo y el con qué procedimientos y herramientas debe ser abordado—. La psicología se caracteriza por la diversidad metodológica y de objetos. En relación con el objeto de la psicología, son pocos los estudiosos que abordan el tema, y la mayoría opta por pasar de soslayo o evitar la tarea, indicando que la psicología estudia la conducta, sin aclarar siquiera qué se entiende por conducta (Pinillos, 1975). Muchos males que aquejan a la psicología como ciencia quizás provienen de este afrontamiento poco decidido sobre el objeto de estudio de la psicología, aunque como veremos, las singularidades que la caracterizan en relación con otras ciencias ayudan a entender la razón de por qué la empresa de delimitar su objeto es tan difícil.
La importancia de una clarificación del objeto y método de la psicología que permita considerar la unidad de la misma, si bien parece que ha estado presente a lo largo de todo el devenir de la psicología desde el siglo pasado, se ha acentuado en las últimas dos décadas. Cada vez son más numerosos los autores dedicados a abordar esta problemática (Altman, 1987; Fraisse, 1982; De Groot, 1990; Gilgen, 1985; Kendler, 1981; Kimble, 1984, 1990; Koch, 1981; Mayor y Pérez, 1989; Mos, 1987; Pinillos, 1985; Royce, 1970, 1987; Staats, 1983; Yela, 1989). Se dedican series al tratamiento de estas cuestiones teóricas, como es el caso de los Annals of Theoretical Psychology, e incluso aparecen números enteros de revistas dedicados al tema, como en New Ideas in Psychology, y multitud de artículos y comentarios como en el American Psychologist de los últimos años.
En tal ingente producción, el acuerdo acerca de la existencia de diversidad de objetos y métodos —con la consiguiente variedad de paradigmas, sistemas, teorías y especialidades— es bastante generalizado entre los autores, aunque difieren en la consideración que dan a esa diversidad. Desde la postura de Matarazzo (1987), que defiende la existencia de unidad real en la psicología actual a pesar de la diversidad, un núcleo central y múltiples aplicaciones; o quienes como Staats (1981, 1983), Royce (1970, 1982), Baker et al. (1987) o Kimble (1990), que consideran que tal unidad es posible y, por tanto, establecen cauces para articularla; hasta quienes como Koch (1981) opinan que sólo existe desunión y caos, y recomiendan, como Kendler (1987), un buen divorcio antes de persistir en un mal matrimonio.
Desde luego que han existido intentos continuos de resolver la crisis. Pero habitualmente no en la dirección de construir la unidad enfatizando las posibles relaciones y similitudes parciales y complementarias entre sistemas o teorías, sino buscando un enfoque alternativo nuevo que eliminara los rivales (Yela, 1987). Generalmente, en lugar de conseguir la unidad con este tipo de intentos, se ha contribuido a ahondar aún más en la diversidad, por lo que actualmente se imponen reflexiones sistemáticas de tipo teórico acerca de los puntos de divergencia y posible acuerdo. Por ello se han intentado estudiar las fuentes de las que emana la diversidad.
Epistemológicamente, Buxton (1985) señala tres fases en la historia de la psicología: 1) un largo pasado, dominado por la confrontación entre empirismo y racionalismo; 2) la era de los puntos de vista, en la que se produce la confrontación de las diferentes escuelas (estructuralismo, funcionalismo, conductismo, psicoanálisis y gestaltismo), y 3) el momento actual, caracterizado por la complejidad y diversidad de intereses (diversidad de métodos, objetos, procesos).


Tabla 1. Características de la psicología como disciplina humanística o como ciencia experimental (Staats, 1987) El cisma humanístico y comportamental experimental
                 Humanístico
            Experimental
1. Eventos subjetivos
1. Eventos objetivos
2. Holístico (hombre como un todo)
2. Atomístico (principio elemental)
3. Observación naturalista
3. Observación de laboratorio
4. Individual (idiográfico)  4
. General (nomotético
5. Descripción cualitativa
5. Precisión y medida
6. Comprensión
6. Predicción y control
 7. Autodeterminación, libertad, espontaneidad en causación
7.Determinismo científico, mecanicista en causación en causación
8. Originalidad, creatividad, actividad
8. Respuesta pasiva, automatismo
9. Autoactualización, crecimiento personal, desarrollo de la personalidad
9. Condicionamiento, modificación del comportamiento y terapia del comportamiento
10. Valores en la ciencia
10. Ciencia sin valores
11. Aplicada, preocupada por los problemas humanos
11. Básica, ciencia pura; ciencia por la ciencia
12. Propósito y metas, causación futura
12. Causación presente y previa
13. Insight y conciencia
13. Condicionamiento

14. Mecanismos biológicos inferidos para explicar el comportamiento
14. Ambientalismo o investigación para explicar el comportamiento aislar los mecanismos biológicos






En la siguiente tabla se pueden apreciar las diferencias entre la psicología humanística y la psicología experimental. Si observamos cuidadosamente la experimental trabaja con medidas y según ésta la ciencia no tiene valores, busca la supuesta objetividad.   

Tabla 1. Características de la psicología como disciplina humanística o como ciencia experimental (Staats, 1987) El cisma humanístico y comportamental experimental
                 Humanístico
            Experimental
1. Eventos subjetivos
1. Eventos objetivos
2. Holístico (hombre como un todo)
2.Atomístico (principio elemental)
3. Observación naturalista
3. Observación de laboratorio
4. Individual (idiográfico)  
4. General (nomotético
5. Descripción cualitativa
5. Precisión y medida
6. Comprensión
6. Predicción y control
 7. Autodeterminación, libertad, espontaneidad en causación
7.Determinismo científico, mecanicista en causación en causación
8.Originalidad, creatividad, actividad
8. Respuesta pasiva, automatismo
9.Autoactualización, crecimiento personal, desarrollo de la personalidad
9. Condicionamiento, modificación del comportamiento y terapia del comportamiento
10. Valores en la ciencia
10. Ciencia sin valores
11. Aplicada, preocupada por los problemas humanos
11. Básica, ciencia pura; ciencia por la ciencia
12. Propósito y metas, causación futura
12. Causación presente y previa
13. Insight y conciencia
13. Condicionamiento

14.Mecanismos biológicos inferidos para explicar el comportamiento
14. Ambientalismo o investigación para explicar el comportamiento aislar los mecanismos biológicos






domingo, 3 de febrero de 2019

La compleja educación básica y superior


Opinión
La compleja educación básica y superior
Cuando con fastidio, se pregunta ¿y ahora por qué protestan los maestros si ya se les concedió lo que pedían (el fin de la reforma, liberación de presos políticos)?, se olvida que la problemática del magisterio no nace ni termina con una reforma. Cierto: ya no se les despedirá masivamente, ni encarcelará, ni se les disparará si marchan, pero el de los salarios y la falta de democracia son temas históricos y de fondo que no se han querido resolver, ni a nivel superior ni en el resto del sistema. En los años 40, los salarios del magisterio ya se habían reducido en términos reales a la mitad de lo que eran en 1925. Sólo volverían al nivel original casi 40 años después, y momentáneamente, pues al comienzo de los 80 de nuevo caen en picada. El FMI y también el Banco Mundial se opusieron a cualquier aumento recuperador y la solución neoliberal en los años 90 consistió en dar aumentos muy altos, pero de forma selectiva y relativamente a pocos (con la denominada Carrera Magisterial, Becas y Estímulos para académicos), pero dejar a la mayoría restante con sueldos deprimidos y hacer uso creciente del trabajo precario de profesores interinos en el magisterio y temporales y de asignatura en la educación superior. Este esquema de extrema diferenciación salarial no sólo redujo costos al gobierno, también permitió una cuestionable distribución de recursos en el interior de instituciones de educación superior. Un académico con el máximo nivel de Becas y Estímulos puede llegar a ganar cerca de 70 mil pesos mensuales (sin incluir la beca del Sistema Nacional de Investigadores y asesorías), mientras que, en el extremo opuesto, un académico temporal gana 18 mil. Y en el magisterio las diferencias –aunque en una escala muy distinta– son semejantes y muchos profesores apenas sobreviven junto con su familia. Llama la atención a algunos el que los maestros cuentan con hasta 25 programas de apoyo como descubría el gobernador de Michoacán, pero son parches que los profesores son obligados a aceptar porque se les niegan los aumentos robustos que necesitan. Y también los académicos tenemos una historia similar: en el talón de pago es fácil identificar casi 10 de este tipo de apoyos complementarios: despensareconocimiento al trabajo beca ayuda integral a la familia. Los brujos neoliberales experimentaron, además, con una descentralización que, paradójicamente, reforzó la centralización de los cacicazgos de gobiernos locales, generó procesos más autoritarios, corrupción, desvíos de fondos, caos administrativo y obligó a la doble negociación (local y federal).
Una nueva reforma educativa debe partir o por lo menos incluir seriamente el fondo de todas estas tensiones y avanzar a una regularización y ajuste del salario en todos los niveles, abrir la participación, redefinir la descentralización y reparar el caos administrativo. El secretario Nuño confesó alguna vez que la SEP ni siquiera sabía cuántos maestros tenía a su servicio (y decidió preguntarles a ellos, mediante un censo). Si no se resuelven estos problemas y se apuesta sólo a un modelo educativo de excelencia, como ya menciona la SEP, se abren brechas conflictivas. Un pequeño botón: Hechos, de TV Azteca del 28/01/2019 entrevista a padres de familia en Michoacán que se preocupan por sus hijos por el paro de los maestros y a continuación, presenta un reportaje del mundo feliz de los pocos niños y niñas que logran ingresar a las escuelas de excelencia de Fundación Azteca. ¿Es ese el futuro, una reforma de excelencia, pero indiferente y remisa ante las problemáticas estructurales? Pues entonces vuelta a los conflictos localizados.
Otra problemática de décadas es la intervención de organismos internacionales empeñados y con la capacidad –gracias a la aquiescencia de administraciones pasadas- de dictar la política educativa en México. Hace semanas presenciamos la insistencia pública de José Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de que prioritariamente se incluyera la visión empresarial en la Ley de Educación Superior. Luego, de fuente confiable, se informa que existió otra reunión similar, no pública, en octubre 2018. Ante la tendencia a abrogar la Reforma 2012, la OCDE vino a defender al INEE e insistió en que por lo menos se mantuviera un organismo autónomo encargado de evaluaciones. De acuerdo con la fuente, Gurría quería que se publicara que la OCDE contribuía así a la modificación de la constitución, pero una funcionaria suya lo convenció de que sería contraproducente.
El país necesita urgentemente una profunda y verdadera reforma educativa, pero que integre la resolución de lo complejo: salario y participación democrática. Y hoy existen las condiciones para que la SEP lo haga si quiere lograr que, en la educación, la energía de la transformación no se disipe en constantes y numerosos conflictos.
*UAM-X